No las voy a enumerar todas, pero sí quiero destacar las tres que más me afectan:
1. Comodidad: que se traduce en poder ponerte cualquier cosa, un vestido corto, unos vaqueros con una camiseta, lo que sea, y poder salir a la calle sin más... sin preocuparte de taparte, de si te hace más gorda esa ropa, de si se te ven demasiado las piernas, los brazos, de si se te marca la celulitis...
Comodidad también en tus propias carnes, poder abrocharte los zapatos o ponerte las medias sin quedarte sin respiración o pasar un calor espantoso en verano porque tienes que llevar ropa que te tape lo más posible.
2. Ir de compras: me encanta, me gusta mucho la moda, la ropa... tanto que cuando voy de tiendas, antes de meterme resignada en las pocas tiendas en las que quepo, para probarme ropa que no me gusta, me doy una vuelta por las tiendas que sí me gustan, pero no tienen talla para mí.
A veces me tienta comprarme ropa pequeña que me gusta, por si me sirve de estímulo, pero me separan tantos kilos de poder ponérmela que al final desisto. Creo firmemente que algún día -espero que sea más pronto que tarde- podré disfrutar poniéndome toda esa ropa que tanto me gusta.
3. Ser yo misma: mi sobrepeso me condiciona en todo, condiciona mi actitud y la manera en que voy por la vida. Mis kilos van unos pasos por delante de mí, es como ir disfrazada. Es la primera impresión que los demás tienen de mí en cualquier entorno y que parece ocultar cualquier otra característica o cualidad personal. De hecho, en muchos de esos entornos, directamente parece que desaparezco, a pesar de mi volumen. La gorda no pinta nada, no interesa a nadie. Yo soy la que más se oculta tras esos kilos, y me gustaría poder ser yo misma alguna vez, simplemente tener la oportunidad de transmitir algo más que sobrepeso.
