No hay mejor manera de tener un mal día que empezar con hambre. Si siempre has comido bien, cambiar el desayuno de toda la vida por té con fruta o yogures desnatados -como proponen la mayoría de las dietas- suena muy bien, si no fuera por el dolor de cabeza que tienes después...
Con esto no digo que no sea una opción muy saludable, y estoy segura de que a base de aguantar te acabas acostumbrando, pero es que yo no quiero acostumbrarme. Creo que si te propones perder peso, es importante tener en cuenta tus propios hábitos y gustos, y no eliminar todo lo que te hace feliz.
Inevitablemente algunas cosas tienes que cambiar, o no adelgazarás nunca, pero puedes elegir cuáles y quedarte con las que más te gusten. En mi caso es el desayuno. En el pasado probé todo tipo de cambios sin éxito y he decidido no sacrificarlo. Desayunar bien para mí es totalmente necesario. Y de nuevo vuelvo a mi teoría de las personas delgadas, que en su mayoría desayunan bien: café con leche, zumo de naranja, pan con mantequilla, tostadas con aceite, bollos o galletas... y no tienen ningún problema de peso por ello.
Para mí es importantísimo empezar bien el día, con energía y sin hambre, para poder tener la cabeza en lo que haga falta, y no en el estómago. Tengo el resto del día para controlarme un poquito y conseguir adelgazar sin perder la sonrisa :)